14 agosto 2008

No a las corridas de toros


No es necesario remontarse a épocas lejanas para advertir que las cosas cambian. Nací en 1974, un año en el que todavía se recurría a la pena de muerte para ejercer justicia, un tiempo en el que votar o divorciarse apenas eran reclamos de algunos ciudadanos progresistas.

Muchas de las mujeres españolas que trabajan conmigo necesitaron en su día la autorización de sus padres o maridos para poder trabajar, vender propiedades o dedicarse al comercio. Muchos de mis compañeros de generación fueron obligados a trabajar durante casi un año sin contraprestación económica en el ejército.

La licencia marital, el servicio militar, los verdugos, la ausencia de libertades nos parecen hoy anacronismos propios de lo peor de nuestra historia. Esa misma sensación la tendremos dentro de algunos años cuando recordemos que allá por 2008 las corridas de toros todavía eran, para unos cuantos, un pasatiempo .

Porque sólo el sádico puede percibir arte en el sufrimiento de otro ser. Porque no todo lo que se categoriza como tradición merece conservarse.