04 diciembre 2006

Incertidumbre biológica

Hasta la fecha ningún organismo oficial se ha tomado la molestia de confirmar por escrito mi presunta pertenencia a la especie Homo Sapiens. Resulta frustrante tener que depender de un complejo proceso de fosilización para que los taxonomistas del futuro se pronuncien de una vez sobre este oscuro asunto. Como es natural, una vez asoma su nariz la incertidumbre biológica, nuevas y más complejas dudas la siguen.

Los Sapiens no siempre han disfrutado de la exclusividad del género Homo; muchos y diversos proyectos se han ido quedando en los estratos más profundos de los suelos arcillosos. De todos ellos, uno en particular me desconcierta: el Homo Neanderthalensis. En términos evolutivos los 28.000 años que han transcurrido desde su extinción son casi despreciables: nuestros antepasados coexistieron durante muchos más años (170.000) con esos otros individuos pero carecemos de sus testimonios. El motivo de mis desvelos es en este caso muy preciso: ¿qué ocurriría si mañana volviéramos a encontrarnos cara a cara en una remota selva?...

Ahora que aún podemos pensar sin tener que recurrir a las editoriales de los periódicos, debemos decidir que postura adoptar ¿Los meteríamos en zoos, o los sentaríamos en nuestras mesas? ¿Permitiríamos que la industria cosmética experimente con ellos sus nuevos milagros contra las patas de gallo? ¿Les dejaríamos sitio en nuestro cielo? ¿Tributarían? Y lo más importante, dada su proximidad genética ¿sería admisible que mantuviéramos relaciones sexuales con ellos?