11 noviembre 2008

Contamina que es barato



No soy experto en asuntos ambientales pero si los siguientes cálculos se aproximan a la realidad, el problema al que nos enfrentamos requiere, cuanto menos, una mayor reflexión por parte de nosotros los ciudadanos.

El Protocolo de Kyoto comprometió a quienes lo firmaron a reducir la emisión de gases vinculados con el calentamiento global. La Unión Europea para el período 2008-2012 fijó su objetivo en la reducción de éstas emisiones en un 8% respecto a los valores de 1990. Sin embargo, por una de esas cosas mientras a Alemania o a Dinamarca se le exige una disminución del 21% a España sólo que las mismas no crezcan por encima del 15%.

Podemos estar o no de acuerdo con la viabilidad de estas cifras pero lo cierto es que fueron las que en su día aceptamos: el 11 de abril de 2002, por unanimidad, el propio Congreso de los Diputados ratificó este compromiso.

Haciendo uso de las estadísticas publicadas por el Ministerio de Medioambiente podemos constatar que en 2007 ya habíamos emitido un 53,5% más de gases equivalentes a CO2 que en 1990. Es decir, antes incluso de empezar ya nos hemos desviado un 34% del objetivo inicial. O lo que es lo mismo, ya estamos tirando al cielo 110.662.200 toneladas o unos 2.500 kilos por habitante por encima de los valores a los que nos comprometimos.


¿Y de dónde sale tanta porquería? Fundamentalmente del sector eléctrico y del transporte. El 20% de la electricidad que consumimos se produce quemando carbón. Por su parte, los casi 21 millones de turismos que tenemos dando vueltas por ahí emiten una media cercana a los 150 gramos de CO2 por kilómetro recorrido.

¿A dónde quiero llegar con todas estas cifras? A una conclusión muy simple: mucho se debate sobre las alternativas de política energética que deben ponerse en funcionamiento para que España cumpla con un tratado internacional. Pero pocos hacen hincapié en que somos nosotros los consumidores los que debemos comenzar a plantearnos si nuestras pautas de consumo son las más adecuadas.

Consumir unos 50 Kw hora de electricidad o desplazarnos en coche una media de 63 kilómetros nos cuesta aproximadamente unos cinco euros. Un billete de esos, nos habilita a producir 20 kilos de gases equivalentes a CO2 si los usamos para pagar la factura eléctrica, o 10 kilos si preferimos lanzarlos por el tubo de escape. Contaminar es barato y lo es porque las consecuencias o las sufren otros o no tienen un efecto que se perciba como inmediato. Cambiemos esto.