Fosilizarse: una alternativa al alcance de todos
Seamos realistas, las diferentes variedades de organismos vivos tienen una contrastada capacidad para extinguirse. Más tarde o más temprano nuestra especie acabará desapareciendo y, tal como ha venido ocurriendo hasta ahora, los restos fosilizados serán una magnífica referencia que tendrán de nosotros los que nos contemplen dentro de 100 millones de años.
Sacando ideas para fosilizarme
Paleontólogos de todo el planeta dedican acaloradas discusiones a debatir si un par de huesos mal conservados proceden o no de seres con los que compartimos un origen evolutivo común. Nuestros antecesores, la verdad sea dicha, se han comportado de un modo más bien egoísta al no tomar las precauciones necesarias para fosilizarse en condiciones. Estoy convencido de que esto puede cambiar. Hoy, afortunadamente, tenemos al alcance de nuestras manos la posibilidad de evitar la humillación de que en próximas eras geológicas nos clasifiquen como reptiles, nos confundan con animales acuáticos o sostengan que en nuestra civilización fuimos sometidos por los apestosos Neandertales.
Si bien viable, el proceso de fosilización es ante todo complejo. En esencia necesitamos dos cosas: la primera evitar a toda costa que una vez muertos la naturaleza nos recicle con demasiada rapidez: de quedar al descubierto, en menos de tres semanas el cadáver de un gorila acaba convertido, con suerte, en unas cuantas astillas de huesos inservibles. Este requisito, siempre que se tomen un mínimo de precauciones (no fallezcáis en alta mar) no resulta demasiado problemático de cumplir.
La segunda y quizás más importante decisión sea elegir el lugar adecuado para fosilizarse. Y aquí hay opciones para todos los gustos: para quien prefiera durar menos tiempo pero mejor conservado la opción más indicada es elegir un entorno próximo a los polos, las montañas pueden funcionar durante algunos miles de años pero el proceso de erosión acabará arruinando las expectativas más entusiastas.
Los más ambiciosos, los que quieran contar con opciones para formar parte del catálogo de un futuro Museo de Historia Natural deben elegir muy bien tanto su emplazamiento como sobre todo el tipo de suelo en que serán descubiertos. Cuando se piensa en millones de años hay que considerar que los continentes se moverán, las montañas se hundirán, los ríos cambiarán su curso, determinadas áreas quedarán bajo el mar,... Sería lamentable que tras resistir varios millones de años poco antes de que nos encuentren, acabemos en las profundidades marinas mezclados con los restos de algún trilobite.
Salvo en raras excepciones el proceso de fosilización comienza a partir de la desaparición de las partes blandas y el relleno de los huecos por el sedimento que lo rodea. En ese momento empiezan a producirse una serie de transformación químicas que poco a poco van remplazando los compuestos orgánicos por esos restos de minerales. Esa transformación debe realizarse molécula a molécula durante un período de tiempo muy largo de forma que al final del proceso el organismo quede completamente mineralizado o para que nos entendamos convertido en piedra.
Por eso es tan relevante elegir el tipo de suelo adecuado. Sino queréis acabar disueltos en poco tiempo, evitad aquellos muy ácidos, como por ejemplo los que se dan en ambientes selváticos. Mi recomendación al respecto es elegir un suelo de limo como aquellos que pueden encontrarse cerca de los cauces de los ríos. De manera alternativa las zonas formadas por cenizas volcánicas constituyen una opción también adecuada siempre y cuando os aseguréis de que el volcán en cuestión no entre en erupción demasiado cerca de vosotros.
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