03 mayo 2006

Potosí


Nuestros medios de comunicación se parecen cada día más a esas revistas internas que las grandes empresas suelen distribuir entre sus empleados. Siempre las he considerado un material de incalculable inspiración y he dedicado a su lectura largas horas pensando que no me corresponde valorar los extraños motivos por los los que compran mi tiempo libre.

La cobertura de la nacionalización de los hidrocarburos bolivianos me ha sirvido para conocer un poco mejor quien manda sobre quien. No voy a entrar en lo evidente, que si la decisión la ha tomado un gobierno elegido mediante una votación, que si la medida estaba contemplada en un programa electoral que convenció a una mayoría de su población, ...

España ha tenido una larga experiencia gestionando los recursos naturales que hoy reclama el gobierno de don Evo Morales. Durante casi tres siglos administramos con eficiencia sus minas, de hecho de allí extrajimos buena parte de los dieciséis millones de kilos de plata que entraron por el puerto de Sevilla entre 1503 y 1660. Lo de menos es que en su territorio hoy sólo quede la vaga memoria de un esplandor perdido, algunas ruinas de iglesias y palacios y ocho millones de cadáveres de los indios que necesitamos para llevarnos casi entero el cerro de Potosí.

Que los bolivianos hayan empezado a pensar que existe alguna vinculación entre su pobreza y la administración que otros han hecho de sus recursos en el fondo no me parece tan grave. Que por muy cuestionables que sean las medidas que ellos tomen es dificil creer que valga la pena conservar al menos el puesto número 113 del Índice de Desarrollo Humano.

Lo que que no debería afirmarse con tanta soltura es que España se ha visto perjudicada por esta medida. A los ciudadanos de aquí la suerte empresarial de Repsol nos seguirá importando lo mismo.