25 enero 2007

El origen de los calvos

Muchos consideran a Herodoto de Halicarnaso (484-425 a.C.) como el fundador de la Historiografía moderna. Sus “Nueve Libros de la Historia” contienen la primera descripción detallada del mundo antiguo por lo que parece lógico abordar su lectura para intentar dilucidar cuáles son los orígenes del fenómeno de la calvicie.

Ya en el segundo de estos libros encontramos testimonios interesantes que nos permiten vincular la primacía militar del Imperio Egipcio con el pelo. El historiador tras examinar el campo de batalla en el que fueron derrotados los persas llega a las siguientes conclusiones:

XII: “Desde muy niños [los egipcios] suelen raer a navaja sus cabezas, con lo cual se curten sus cráneos y se endurecen al calor del sol. Y esto mismo es sin duda el motivo por qué no encalvecen, siendo averiguado que en ningún país se ven menos calvos que en Egipto, y esta es la causa también de tener aquella gente tan dura la cabeza. Y al revés, la tienen los persas tan débil y quebradiza, por que desde muy tiernos la defienden del sol, cubriéndosela…”.


Pero a los efectos que nos ocupa es en el Libro IV donde encontramos las ideas más relevantes.

“XXIII [...] al pie de unos altos montes viven unos pueblos de quienes se dice ser todos calvos de nacimiento así hombres como mujeres, de narices chatas, de grandes barbas, sin pelo en ellas, y de un lenguaje particular, si bien su modo de vestir es a lo Escita, y su alimento el fruto de los árboles. El árbol de que viven se llama Pontico, y viene a ser del tamaño de una higuera, llevando un fruto del tamaño de una haba, aunque con hueso: una vez maduro, lo exprimen y cuelan con sus paños o vestidos, de donde va manando un jugo espeso y negro, al cual dan el nombre de Aschi, bebiéndolo ora chupado, ora mezclado con leche: de las heces más crasas del jugo forman unas pastillas para comerlas. No abundan de ganado, por no haber allí muy buenos pastos. Cada cual tiene su casa bajo un árbol que cubren alrededor en el invierno con un fieltro blanco y apretado a manera de lana de sombrero, despojándolade él en el verano […] El nombre de esta gente es el de Argipeos.”

Los escasos contactos con este pueblo tienen como protagonistas a los escitas que “XXIV […] suelen ir a traficar allá, negocian y tratan con ellos por medio de siete interpretes de otros tantos idiomas”.

Es decir, parece verosímil que los calvos de nuestras ciudades desciendan de estos extraños Argipeos que no sólo hablaban un idioma endemoniado sino además tenían unas costumbres un tanto peculiares.

Herodoto continúa su relato señalando que:

“XXV […] los calvos nos cuentan cosas que jamás se me harán creíbles, diciendo que en aquellos montes viven los Egipodas, hombres con pies de cabra, y que más allá hay otros hombres que duermen un semestre entero como si fuera un día, lo que de todo punto no admito”.

Si bien considero sensata la opinión del autor que califica a los calvos como grandes mentirosos es probable que en este caso su testimonio pueda no ser del todo falso. Y en ese sentido no me extrañaría que un cruce entre los hombres con pie de cabra y los que duermen un semestre entero hubiera dado lugar a esta tribu.