12 septiembre 2007

Crónica Antipodal

Retomo un asunto que dejé pendiente. Park Road es la última vía a través de la cual es posible aproximarse con un vehículo a las antípodas de Lavapiés.


Desde el final de ese camino, es necesario recorrer a pié otros 1.037,31 metros en dirección SE.




Este camino sin asfaltar va a dar a la casa de las antípodas lugar donde parece ser que han fijado su residencia los seres antipodales. Durante mi visita no pude establecer contacto con ellos aunque sí con sus dos cariñosos canes.





Aquí está el manso. La bestia, la tienen encadenada junto a la caseta donde guardan la leña para que se moje.

Una vez alcanzado ese punto es necesario saltar una primera valla de aproximadamente 1,1 metros de alto. A continuación se desciende una ligera pendiente hasta alcanzar el primero de los arroyos. Y es a partir de ese momento donde debemos extremar las precauciones ya que por la naturaleza del terreno, lo que parece un pequeño torrente de agua, se transforma en algo parecido a arenas movedizas. Por no advertirlo a tiempo me hundí unos 40 centímetros, eso sí conservando la dignidad.


En esta imagen ya es posible observar en el extremo superior derecho el pequeño bosque en el que se encuentran mis antípodas. Pero para continuar aproximándose a ellas es necesario saltar otra valla y obviar la curiosidad de las aproximadamente 50 ovejas que pastan por allí.


Caminando en diagonal con rumbo SO se llega al límite de esta segunda explotación marcado por la tercera valla que se encuentra electrificada para evitar, imagino, el paso de las ovejas y la curiosidad de los vecinos de Lavapiés. En un día soleado no hubiera tenido inconveniente en saltarla también, con agua por encima de las rodillas me pareció prudente detenerme en ese punto.


En el momento de mi expedición una singular tormenta dificultó el que pudiera sacar mejores fotos. Como puede observarse en ésta, la lluvia de la que hablo no fue un simple aguacero: muchos de los caminos cercanos eran en ese momento intransitables.



Con independencia del riesgo de toparme con un ganadero poco comprensivo, lo que me acabó de inquietar fue el hecho de que toda esa zona se encuentra en medio de lo que podríamos llamar una falla tectónica. Entre 1990-1992, muy cerca de mis antípodas tuvieron lugar cuatro importantes terremotos de unos 6,2 grados. Intuyo que ese es el motivo por que al lado de la casa antipodal, se localiza lo que parece un centro de medición sísmica. Eso o tal vez un puesto de espionaje desde el que se interceptan las conversaciones de los que vivimos en Lavapiés.


En el GPS quedó registrado mi recorrido.


A unos pocos metros de la zona, vacas de las de verdad imitan a nuestros toros de Osborne detalle que resulta un tanto desconcertante considerando los más de 20.000 km. que separan a ambos bóvidos.





Parece sensato suponer que estas fallas guardan relación con las obras de la línea 3 de Metro. Considerando la duración de las mismas es normal que ocurran estas cosas. A efectos prácticos el recurso que podemos arrebatarles a los Nueva Zelandeses es, sin duda, el agua. Antes sería necesario robar alguna de las tuneladoras y ponerlas a funcionar hacia abajo. Teniendo en cuenta las elevadas temperaturas que pueden registrarse en el centro de la Tierra es posible que ese agua la obtengamos transformada en vapor, mejor todavía: mediante un sistema de turbinas podríamos transformar el calor en energía eléctrica suficiente para lograr la autonomía energética que necesitamos para nuestro proyecto de segregación de Lavapiés.

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