24 agosto 2009

Mentirosos profesionales


Pocos dudan de la enorme capacidad de los individuos para trasladar al presente lo que intuyen que acabará ocurriendo en el futuro. Las expectativas que condicionan las conductas de los ciudadanos son relevantes para entender no sólo lo que ocurrirá mañana sino para comprender lo que está pasando en este mismo instante. En el proceso de elaboración de esa imagen de lo que será el futuro intervienen por supuesto elementos subjetivos que pueden guardar escasa o nula relación con la realidad. Sosteniéndose en hechos falsos es posible que muchas previsiones colectivas adquieran fuerza suficiente para acabar desencadenando los mismos efectos que si estuviesen fundamentadas en verdades contrastables. En determinadas ocasiones puede resultar más sencillo influir en la formación de dichas expectativas que hacerlo sobre la propia realidad.

Quienes tienen capacidad para influir en esas expectativas -llámese gobierno, prensa, iglesia, etcétera- no parecen actuar limitados por ningún condicionante ético a la hora de dirigirnos hacia los objetivos que consideran oportunos. La manipulación es una herramienta política tan ampliamente utilizada que llama la atención que apenas sea cuestionada por quienes resultamos engañados.

Resulta más sencillo convencer a los ciudadanos que vivimos en una sociedad segura que tomar las medidas necesarias para que efectivamente lo sea. Escuchando a los responsables de la lucha antiterrorista parece que quienes nos amenazan apenas contarían ya con un par de palos.

Resulta más sencillo convencer a los ciudadanos que no hay crisis económica que tomar las medidas necesarias para adelantarse a sus efectos.

Resulta más sencillo convencer a los ciudadanos de que el Estado es impulsor de relevantes medidas que persiguen el bienestar común que efectivamente hacer algo (es más barato poner un cartel en un barrio anunciando su rehabilitación que gastar un euro en llevarla a cabo).

Resulta más sencillo convencer a los ciudadanos de que las bajas por la nueva gripe obedecen a “factores de riesgo” exclusivos del fallecido que admitir que estamos ante algo que escapa absolutamente a nuestro control.


Ninguna política por muy loable que sean sus fines debería sostenerse en el engaño, la mentira o las verdades a medias. Es posible que los atolondrados ciudadanos creamos con la mayor candidez que decidimos en base a una información adecuada. Pero es sólo una cuestión de tiempo que la sociedad aprenda de sus errores pasados y acabe deslegitimando cualquier opinión que proceda de quienes en su día abusaron de su confianza.