25 agosto 2009

Provincianismo lingüístico


A lo largo de los siglos millones de individuos han demostrado que la incapacidad para comprender el lenguaje escrito no puede vincularse con una hipotética limitación cognitiva de nuestra especie. Del mismo modo, tampoco puede sostenerse que las habilidades necesarias para comunicarse en más de un idioma sean producto de una anomalía intelectual que sólo en raras en ocasiones puede llegar a desarrollarse. Tanto la difusión de la escritura como la ampliación de la diversidad lingüística han sido factores que han enriquecido nuestra cultura y que sin duda lo seguirán haciendo en el futuro.

Resulta cuando menos curioso observar cómo individuos que juzgan el analfabetismo como algo indeseable muestran sus perjuicios a la hora de valorar la variedad idiomática como un hecho positivo. Quedémonos hoy en España y hagamos una reflexión sobre esta paradoja en dos circunstancias que vivimos de manera muy cercana.

La primera guarda relación con el demencial enfrentamiento que se produce entre castellano hablantes y el resto (catalanes, vascos, gallegos pero también chinos, árabes, rumanos…). El continuo recurso a la uniformidad lingüística como mecanismo de cohesión parece diseñado por los consejeros de algún rey medieval de poca monta. Sin embargo, aquí se emplea de modo recurrente y hasta la saciedad: buena parte de los absurdos debates que se producen en este país guardan relación con asuntos tales como si los catalanes deben o no utilizar su idioma para rotular sus comercios o si los niños gallegos deben estudiar o no en gallego. No voy a perder el tiempo discutiendo sobre este tema, lo razonable para mí es que cada uno empleé el lenguaje que le venga en gana.

El otro punto que llama mi atención lo constituye la falta generalizada de voluntad entre la mayoría de los españoles cuando se trata de aprender algún idioma diferente al suyo. Es evidente que el sistema educativo ha fracasado de manera rotunda pero tampoco ayuda demasiado la actitud generalizada de condescendencia hacia una carencia tan relevante. Basta encontrar alguno de nuestros turistas que andan por ahí para darse cuenta de que aquí deben haber aprendido algún otro tipo de inglés inédito en el planeta. Mexicanos, argentinos, venezolanos, chilenos demuestran que no podemos justificar esta carencia en supuestas diferencias gramaticales insalvables. En la cultura española se encuentra arraigada la creencia de que comunicarse en otros idiomas requiere de cualidades titánicas que no merece la pena desarrollar porque al fin y al cabo tampoco nos han resultado hasta ahora imprescindibles.