28 agosto 2009

Epístola a los bárbaros de Turresellarum

Lavapiés, a 28 de Julio de 2009



Sra. Alcaldesa y demás políticos de Tordesillas,




Sirva la presente para transmitirle mi más enérgico rechazo a la próxima celebración en su localidad del denominado “Torneo del Toro de la Vega”. No resulta lícito justificar en la tradición la continuidad de unas prácticas que se oponen a valores éticos que muchos ciudadanos consideramos fundamentales. Hace falta mucho más que la simple invocación de lo ancestral para legitimar el mantenimiento indefinido de cualquier costumbre por extendida que ésta parezca estar.

Si fuesen coherentes con los propios argumentos que defienden, deberían ustedes también rechazar el empleo de energía eléctrica, el vehículo a motor y los antibióticos. Es probable que ya no pudiésemos comunicarnos por medio de la escritura, que sus opciones gastronómicas estuvieran limitadas a los ocasionales hierbajos e insectos que tuvieran la fortuna de encontrar, y que sus mujeres murieran mayoritariamente durante el parto. Con esos condicionantes sería sorprendente que hubiesen desarrollado la capacidad para forjar el hierro de las lanzas que emplearan en sus próximas fiestas.

No sólo en el resto de España, cada vez más también en otros países, el nombre de su localidad se encuentra tristemente asociado con el maltrato animal. Existen multitud de alternativas para disfrutar de unas fiestas alternativas, siga el ejemplo de los múltiples pueblos que se le han adelantado al superar el paleolítico inferior.

Salvo que algún miembro de su consistorio se ofreciera voluntario a remplazarlo, le solicito la suspensión inmediata del espectáculo en el que está previsto participe y muera nuestro buen amigo el toro Moscatel.

Atentamente

27 agosto 2009

Bending (doblando)


Lo que ocurre en España con el doblaje de películas y series extranjeras constituye un buen ejemplo sobre la estrategia mayoritaria de adaptación a la diversidad lingüística.

La costumbre del doblaje hunde sus raíces en el período franquista aunque por lo que parece tuvo también precedentes en períodos anteriores. Lo cierto es que en el contexto en el que se establecieron las primeras normas, la idea del doblaje pudo incluso llegar a tener sentido: con una oferta audiovisual más bien reducida, con las dificultades técnicas propias de la época, con un elevado nivel de analfabetismo y una sociedad educada en la autarquía es probable que la opción fuese la menos mala. Resulta menos comprensible que hoy, una vez se han superado esos condicionantes, la actitud mayoritaria frente al doblaje sea exactamente la misma.

Cualquier debate sobre esta práctica anacrónica acabará de algún modo incidiendo en alguno de estos argumentos:

1. Imposibilidad técnica: O se ve la película o se leen los subtítulos; ambas tareas son sincrónicamente incompatibles. Además resulta inviable disponer de subtítulos que recojan todo el diálogo de una película, de hacerlo irían tan rápido que no podrían leerse.
2. Orgullo patrio: España cuenta con los mejores dobladores del planeta (¿?). Incluso en algunos casos su calidad supera a la de los actores originales.
3. Derechos inalienables: Mi abuela tiene derecho a ver las películas en castellano por lo que si se doblan la estamos limitando sus alternativas de ocio.

Es decir, la defensa habitual emplea argumentos que serían quizás más esperables en un grupo disperso de ganaderos trashumantes nepalíes que en una sociedad que reclama su pertenencia al grupo de los países culturalmente avanzados. Durante la parte de mi infancia que viví en Argentina no tuve el menor problema a la hora de disfrutar de películas subtituladas fueran estas francesas, italianas o de Estados Unidos. Hoy las raras veces que voy al cine lo hago en salas de versión original, las series y películas que veo en mi ordenador llevan sus correspondientes archivos de subtítulos, televisión, desde hace diez años, no tengo.

Esta singular actitud de rechazo hacia lo original no sólo ha privado a sectores muy amplios de la población de un acceso en condiciones a la cultura. También es en parte responsable de las incapacidad local para entender otras lenguas.

(por cierto, la televisión nepalí subtitula)

25 agosto 2009

Provincianismo lingüístico


A lo largo de los siglos millones de individuos han demostrado que la incapacidad para comprender el lenguaje escrito no puede vincularse con una hipotética limitación cognitiva de nuestra especie. Del mismo modo, tampoco puede sostenerse que las habilidades necesarias para comunicarse en más de un idioma sean producto de una anomalía intelectual que sólo en raras en ocasiones puede llegar a desarrollarse. Tanto la difusión de la escritura como la ampliación de la diversidad lingüística han sido factores que han enriquecido nuestra cultura y que sin duda lo seguirán haciendo en el futuro.

Resulta cuando menos curioso observar cómo individuos que juzgan el analfabetismo como algo indeseable muestran sus perjuicios a la hora de valorar la variedad idiomática como un hecho positivo. Quedémonos hoy en España y hagamos una reflexión sobre esta paradoja en dos circunstancias que vivimos de manera muy cercana.

La primera guarda relación con el demencial enfrentamiento que se produce entre castellano hablantes y el resto (catalanes, vascos, gallegos pero también chinos, árabes, rumanos…). El continuo recurso a la uniformidad lingüística como mecanismo de cohesión parece diseñado por los consejeros de algún rey medieval de poca monta. Sin embargo, aquí se emplea de modo recurrente y hasta la saciedad: buena parte de los absurdos debates que se producen en este país guardan relación con asuntos tales como si los catalanes deben o no utilizar su idioma para rotular sus comercios o si los niños gallegos deben estudiar o no en gallego. No voy a perder el tiempo discutiendo sobre este tema, lo razonable para mí es que cada uno empleé el lenguaje que le venga en gana.

El otro punto que llama mi atención lo constituye la falta generalizada de voluntad entre la mayoría de los españoles cuando se trata de aprender algún idioma diferente al suyo. Es evidente que el sistema educativo ha fracasado de manera rotunda pero tampoco ayuda demasiado la actitud generalizada de condescendencia hacia una carencia tan relevante. Basta encontrar alguno de nuestros turistas que andan por ahí para darse cuenta de que aquí deben haber aprendido algún otro tipo de inglés inédito en el planeta. Mexicanos, argentinos, venezolanos, chilenos demuestran que no podemos justificar esta carencia en supuestas diferencias gramaticales insalvables. En la cultura española se encuentra arraigada la creencia de que comunicarse en otros idiomas requiere de cualidades titánicas que no merece la pena desarrollar porque al fin y al cabo tampoco nos han resultado hasta ahora imprescindibles.

24 agosto 2009

Mentirosos profesionales


Pocos dudan de la enorme capacidad de los individuos para trasladar al presente lo que intuyen que acabará ocurriendo en el futuro. Las expectativas que condicionan las conductas de los ciudadanos son relevantes para entender no sólo lo que ocurrirá mañana sino para comprender lo que está pasando en este mismo instante. En el proceso de elaboración de esa imagen de lo que será el futuro intervienen por supuesto elementos subjetivos que pueden guardar escasa o nula relación con la realidad. Sosteniéndose en hechos falsos es posible que muchas previsiones colectivas adquieran fuerza suficiente para acabar desencadenando los mismos efectos que si estuviesen fundamentadas en verdades contrastables. En determinadas ocasiones puede resultar más sencillo influir en la formación de dichas expectativas que hacerlo sobre la propia realidad.

Quienes tienen capacidad para influir en esas expectativas -llámese gobierno, prensa, iglesia, etcétera- no parecen actuar limitados por ningún condicionante ético a la hora de dirigirnos hacia los objetivos que consideran oportunos. La manipulación es una herramienta política tan ampliamente utilizada que llama la atención que apenas sea cuestionada por quienes resultamos engañados.

Resulta más sencillo convencer a los ciudadanos que vivimos en una sociedad segura que tomar las medidas necesarias para que efectivamente lo sea. Escuchando a los responsables de la lucha antiterrorista parece que quienes nos amenazan apenas contarían ya con un par de palos.

Resulta más sencillo convencer a los ciudadanos que no hay crisis económica que tomar las medidas necesarias para adelantarse a sus efectos.

Resulta más sencillo convencer a los ciudadanos de que el Estado es impulsor de relevantes medidas que persiguen el bienestar común que efectivamente hacer algo (es más barato poner un cartel en un barrio anunciando su rehabilitación que gastar un euro en llevarla a cabo).

Resulta más sencillo convencer a los ciudadanos de que las bajas por la nueva gripe obedecen a “factores de riesgo” exclusivos del fallecido que admitir que estamos ante algo que escapa absolutamente a nuestro control.


Ninguna política por muy loable que sean sus fines debería sostenerse en el engaño, la mentira o las verdades a medias. Es posible que los atolondrados ciudadanos creamos con la mayor candidez que decidimos en base a una información adecuada. Pero es sólo una cuestión de tiempo que la sociedad aprenda de sus errores pasados y acabe deslegitimando cualquier opinión que proceda de quienes en su día abusaron de su confianza.

13 agosto 2009

Iberia / Emirates

Hace apenas unos días tuve ocasión de viajar por primera vez en el Airbus A380 (sí ese de dos pisos). En búsqueda de destinos alternativos a las atestadas costas españolas, este año volví a optar por el continente asiático, la elegida esta vez: Tailandia. Como viene siendo habitual el plan fue formándose apenas una semana antes de partir. Tras examinar con paciencia las posibles conexiones aéreas la opción que más me convenció fue la de viajar con Emirates desde Roma a Bangkok haciendo escala en Dubai. Por esos trayectos pagué 411€, cantidad a la que hay que añadir otros 160€ por el vuelo desde Madrid a Roma (Iberia).



No pretendo resumiros mis vacaciones sino reflexionar sobre un asunto que desde hace ya tiempo me llama la atención: la escasa correlación entre la calidad y el precio que ofertan las diferentes compañías aéreas por sus servicios. No voy a negar que éste sector es uno de los pocos en los que los consumidores nos hemos beneficiando de precios cada vez más atractivos. Valgan algunos ejemplos: en el año 1992 un vuelo de Madrid a Dublín no bajaba del equivalente a 360€, en el 1996 era prácticamente imposible viajar a Milan por menos de 250€, en 1995 llegué a pagar más de 1.200€ por un Madrid Buenos Aires,…

La intensificación de la competencia parece haber sido un factor decisivo capaz incluso de absorber las sucesivas subidas en los precios de los combustibles. Las compañías de bajo coste han permitido la paradoja de que lo más caro de ciertos viajes sea el taxi al aeropuerto. Sin embargo, no todas las líneas áreas han tenido el mismo éxito a la hora de ofrecer mejores servicios a mejores precios. Algunas, como es el caso de Iberia, dan la impresión de ser gestionadas con criterios por completo obsoletos. Comparemos cómo funciona nuestra aerolínea de bandera con sus equivalentes en otros lugares.

Empecemos por lo primero: los aviones. Cuando los encontramos en cualquier aeropuerto fuera de España el mismo logotipo de Iberia parece sacado de la máquina del tiempo. He visto en Japón aviones pintados de Pikachu que dan una mejor impresión que ese par de rayas de colores desteñidos que lucen la mayoría de nuestros aviones. ¿Tanto cuesta un bote de pintura? Y centrándonos en la propia flota, ¿cómo es posible que remotos países árabes y asiáticos dispongan de aviones más modernos, más caros y que sean capaces de vendernos sus billetes a precios más baratos? La subdesarrollada Tailandia recibe cada día varios A380 procedentes de los subdesarrollados Emiratos Árabes. Aquí sólo hemos visto ese avión en youtube y no parece que la cartera de pedidos de Iberia los haya siquiera considerado para renovar su flota.


Metámonos dentro del avión y sigamos comparando. Me resulta complejo pensar en otras compañías que vistan a sus azafatas y azafatos con criterios más anticuados que los de Iberia. Compárese esta forma de vestir, no con el de aquellas otras compañías de países de reputada elegancia, sino con la de un pequeño país islámico. La vestimenta de los empleados de Emirates es digna de elogio no sólo por su originalidad sino por haber sabido partir de unos cánones culturales que podría pensarse son en extremos restrictivos con este tipo de detalles. Lo que es una anécdota en la ropa se complementa a la perfección con la calidad del trato que un viajero recibe en una y otra compañía. En la última década he volado unas veinte veces a Buenos Aires, muchas de ellas con Iberia y muchas veces me he preguntado si las azafatas que realizan ese trayecto no estaban cumpliendo algún castigo laboral encubierto a juzgar por su carencia de amabilidad.

Otro aspecto que sorprende es la escasa capacidad de nuestros sobrecargos para comunicarse en idiomas diferentes al castellano. Compárese con la tripulación de mi vuelo a Dubai: entre todas las azafatas/os dominaban un total de 25 idiomas ya que la práctica totalidad provenían de terceros países y eran capaces de comunicarse de manera natural en dos o tres idiomas diferentes al suyo propio. Añadamos la calidad y variedad de la comida, la puntualidad, el trato en el aeropuerto, la amplitud de rutas (¿es que Iberia ha desechado Asia por completo?), y la comparación resulta desoladora.

Siendo éste país uno de los más visitados del planeta, dominando las rutas entre Europa y América Latina, con millones de ciudadanos dispuestos a marcharse a destinos cada vez más lejanos, ¿por qué Iberia nos trata como lo hace?

En mi opinión al menos dos factores son relevantes: porque el grueso de su negocio se centra en conexiones con poca o nula competencia y porque sencillamente una parte importante de sus clientes ha renunciado a ser exigentes.

Me resulta sorprendente la cantidad de personas que están dispuestas a pagar más sólo para evitar las molestias de buscar alternativas, o por que se guían por un trasnochado sentido nacionalista o por el pánico idiomático, o por que simplemente se han dejado engañar por el si es caro es porque debe ser bueno.

En la selva de precios en la que nos movemos los consumidores debemos asumir la responsabilidad de comparar y de expulsar a quien pretende obtener más sin dar nada a cambio.